La película "Yo confieso" (Alfred Hitchcock, 1953) tiene una trama que es interesante de analizar desde el punto de vista ético y moral. A continuación se describe la trama.
Otto Keller, emigrante alemán que ejerce como sacristán en una iglesia de Quebec, intenta cometer un robo en la casa de Willet, un abogado al que le realiza trabajos como jardinero. Pero Willet le sorprende con las manos en la masa, y Keller acaba asesinándole. Tras el suceso, Keller se confiesa con el sacerdote católico Michael William Logan. Como un testigo vio de lejos a Otto Keller, que iba con sotana el día del crimen, la policía sospecha del padre Logan, pero éste no puede desvelar quién es el autor del delito, pues está obligado a respetar el secreto de confesión.
Hitchcock incide en su tema favorito, el falso culpable. Montgomery Clift realiza una deslumbrante interpretación, como sacerdote angustiado ante el complejo dilema moral que acecha a su personaje.
El sacerdote está ante un gran dilema, si cumple con su voto de silencio el será declarado culpable y acabará en prisión, pero si delata al sacristán estará faltando al voto de silencio y a los principios de la fe católica. Dependiendo del punto de vista en desde que se analice el caso, el sacerdote deberá tener un comportamiento diferente.
Desde el punto de vista de la justicia, lo ideal sería que el sacerdote se saltara el secreto de confesión a pesar de estar faltando el respeto ético. Estamos buscando justicia y lo más justo es que pague la condena quien realizó el crimen (el sacristán) y no quien la gente piensa que es culpable sin pruebas veraces (el sacerdote).
Desde un enfoque ético, habría que analizar el comportamiento tanto del sacerdote como el del sacristán. El sacristán tiene 2 opciones, una es callar y esperar a que el sacerdote no le delate para no ser acusado de asesinato. Sin embargo, esta opción no es nada ética ya que un inocente estaría cargando con el peso de culpabilidad y con la pena impuesta por la Justicia, mientras que el verdadero asesino quedaría libre de cualquier castigo. La otra opción es confesar su crimen para evitar que el sacerdote sea castigado siendo inocente. Esta opción es la más ética, a pesar de que el propio sacristán sea el más perjudicado.
Por parte del sacerdote, sus opciones son saltarse el secreto de confesión o respetarlo. Tome la decisión que tome saldrá perjudicado, será declarado culpable e irá a la cárcel o faltará a sus creencias religiosas y a su ética. En su moral la fe cristiana tiene un gran peso y si delata al sacristán estará faltando sus principios morales y éticos, pero se evitará ser declarado culpable de asesinato. Pero si actúa éticamente respecto sus creencias, acabará en prisión y será expulsado posiblemente de la Iglesia Católica de por vida, aunque respete su ética. En definitiva, el sacerdote tiene un gran dilema moral y sea cual sea su comportamiento le dejará marcado de por vida.